¿Qué esperamos del futuro? Hay preguntas que podemos responder, a sabiendas de que existe imprecisión e imprevisión en la respuesta. Y, concretamente referido a la cuestión de inicio de este texto, el porcentaje de error en la contestación es muy elevado, sobre todo porque nada hay tan incierto como el futuro y lo que deseamos tiene un componente de irrealidad bastante acusado. Aunque, precisamente por eso, nada puede impedirnos imaginar, desear, ambicionar, proyectar, soñar…

Si el futuro y lo que está por venir se plantea en términos de planificación y ensoñación, lo ya vivido es resultado y consecuencia de las decisiones y fundamentos ideológicos que han marcado nuestra existencia. Así las cosas, la autobiografía personal representa una manera de proyectar nuestro futuro, dándole importancia a todo lo que ha marcado nuestra vida: la familia, el colegio, los estudios, las creencias, los afectos, las aficiones, los planteamientos sociales, los logros profesionales, los gustos culinarios y artísticos…

Al fin y al cabo, las decisiones que tomamos van determinando cada instante de nuestra vida. Desde nuestra alimentación hasta la dedicación al estudio, pasando por la práctica religiosa o el compromiso asociativo, todo influye y determina nuestros gustos, apetencias, aptitudes y pensamientos, de la misma manera que señala los aspectos definitorios de nuestra personalidad, nuestra implicación social o nuestra integridad.

Ante la singularidad que supone en la vida de cada cual esas señas de identidad personal, podemos plantearnos un número creciente de preguntas; cada pregunta vivifica los recuerdos y trae al presente una cadena de acontecimientos con los que se puede ir conformando la línea más reveladora y característica de nuestra biografía.

De pronto, pensando en el futuro como una etapa llena de sueños y esperanzas, nos hallamos revisando el pasado a base de muchas y variadas cuestiones; unas muy filosóficas, otras sentimentales, algunas nos entristecen y otras también nos ilusionan. Porque hay momentos en que el pensamiento nos sorprende planteando interrogantes que nos emplazan a épocas pasadas, del mismo modo que nos proyectan hacia el tiempo que está por venir.

Decisiones

Son preguntas sencillas, pero trascendentales para dar sentido a nuestra trayectoria vital: ¿Cuál ha sido la decisión más importante de nuestra vida? ¿De qué estamos arrepentidos? ¿Cómo fue nuestra infancia? ¿Qué piensan nuestros hijos de la educación que han recibido? ¿Qué recuerdan nuestros amigos de toda la vida de lo que hemos vivido juntos? ¿De qué nos sentimos más orgullosos en el terreno laboral? ¿Cómo se ha visto determinada nuestra vida por los valores que hemos defendido? ¿Cuál es la herencia familiar que hemos recibido? ¿Somos resignados o contestatarios? ¿Hemos condicionado nuestras creencias en las distintas etapas de nuestra vida o nuestras creencias nos han condicionado a lo largo de la vida? ¿Cómo logré salir de aquel fracaso? 

La respuesta que damos a cada una de esas cuestiones, incluso la dificultad de hallar la respuesta o la alegría que produce rememorar y pensar en ella, nos conduce, ciertamente, a una interesante revisión biográfica de la vida. Es así como se abre el baúl de la memoria, ese espacio donde se guardan los recuerdos que nos hicieron dichosos y nos divirtieron, también aquellos que nos enfrentaron a errores, a desengaños y decepciones. Tras este autointerrogatorio, toda nuestra vida puede tomar forma de autobiografía y vincularnos con el futuro con toda naturalidad.

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