Para avanzar y progresar por el camino de la vida hay dos condiciones indispensables: ser intuitivo y tener disposición. La intuición requiere conocimiento y la disposición necesita de habilidad. Estas condiciones sirven para manejarnos en el día a día, como el peregrino que decide iniciar el Camino de Santiago. Él sabe que cada paso dará sentido a su caminar y traerá también contrasentidos y sinsentidos, dudas, arrepentimiento, desgaste de fuerzas e incluso frustración. Su avance al caminar también presagia sensaciones únicas, encuentros amistosos, alegrías fugaces, compromisos sinceros, reflexiones novedosas, divertimentos insólitos, colaboración generosa…

                El Camino es una experiencia de vida que se inicia por decisión personal, tanto para emprenderlo como para continuarlo y, sobre todo, para llegar hasta la Plaza del Obradoiro, hasta el Pórtico de la Gloria, hasta el altar mayor de la catedral compostelana, hasta Finisterre. Por ello, iniciar el peregrinaje es algo intuitivo que se nutre de la necesidad real de alcanzar una meta, hallar respuestas, conseguir paz.

                Se afirma en multitud de ocasiones que peregrinar hasta Santiago de Compostela es una metáfora de la propia vida, porque igual que el peregrino avanza por bosques, páramos, llanuras y veredas; transita por senderos y puentes hasta adentrarse en populosas ciudades y en pequeñas villas; atraviesa sendas montañosas, asciende y desciende por repentinas laderas… cada persona tenemos marcada en nuestra biografía una serie de etapas. Unas están dotadas de belleza natural, por eso se disfrutaron y se recorrieron con alegría; otras son sombrías y a menudo están rozando el olvido; muchas han requerido de enorme esfuerzo para superarlas y una mayoría de las etapas constituye lo más proverbial de nuestra historia vital, porque son las que nos dan la perspectiva del pasado y la expectativa para el futuro.

el camino de la vida

La vida de cada cual es una experiencia única, personal e intransferible, como su DNI, que acredita la identidad de manera oficial y pública. Al escribir nuestra autobiografía deberíamos mantener la idea de exclusividad para ese relato, porque la vida transcurre de forma entregada, ilusionada y llena de esperanza de forma individual, aunque compartida. Como se planteaba al inicio, progresamos como consecuencia de los conocimientos y la habilidad adquiridos en el camino de la vida. Reflejar todo ello en la autobiografía es un modo de intentar dar sentido a los acontecimientos del pasado y visualizar con fascinación lo que está por venir.

                El recorrido de la autobiografía puede ser tortuoso, obligándonos a serpentear entre los recuerdos, dar saltos en el tiempo y buscar la exposición más sugerente para el relato. Aunque la línea que atraviesa la vida también se presenta como un itinerario jalonado de marcas que señalan e identifican las diversas etapas, con un planteamiento ordenado, con una estructura clara y ejemplar, con una sucesión extraordinariamente conmovedora y sugerente de lo que hemos vivido. Sin duda alguna, familia, amigos y allegados se sentirán motivados y dichosos de leer nuestro relato autobiográfico. Conocedores de nuestra vida, también esperan conocer cómo llegamos a esa meta que resultó ser la escritura de nuestra autobiografía.

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